
Bolivia nos ha devuelto la estética "sesentista" de los gobiernos populistas revolucionarios, tomando por la fuerza una refinería de la brasileña Petrobras. El nacionalismo energético tiene una lógica absurda e ineficiente, como todas las políticas que desincentivan la competencia y repercuten negativamente en la población. Claro que, según quien lo practique, se ve mejor o peor, lo toleramos más o menos. Si Bush (EE.UU) o el "Sr.X" (UE) proponen destinar miles de millones de dólares o de euros a subvencionar la sobreproducción de los agricultores americanos o europeos, resulta que lo toleramos bajo el pretexto de la fuerza de los lobbies (EE.UU) o la compasión con los pobres agricultores (UE). Nótese que mi expresión de "Sr.X" se refiere al presidente de la Comisión de la UE, cargo de gran estabilidad y proyección internacional. Al fin y al cabo, en un caso o en otro, podemos hablar de "nacionalismo de recursos". Por un lado, la "izquierda" (izquierda?) antiglobalización verá con simpatía que movimientos indigenistas planten cara a las "transnacionales", esos tiranos occidentales cuyo único objetivo es la explotación de las clases populares, usurpando sus recursos y destruyendo el planeta. Por otro lado, la "oligarquía" urbana latinoamericana temblará de miedo y se llevará las manos a la cabeza ante el resurgir del populismo y el expansionismo "chavista y castrista". En realidad, unos y otros pierden de vista que el verdadero problema está en su falta de responsabilidad. Los primeros, esas "clases populares", por no querer desengancharse de la droga populista y revolucionaria y recaer tres décadas despues en la misma receta; los segundos, esa "oligarquía" centrista y de derecha, por desconfiar en las posibilidades de sus países y no reinvertir en ellos, por no ser capaces de vertebrar puentes entre unos y otros. Lo que sí está claro es que las nacionalizaciones empobrecerán más a Bolivia: ahuyentarán el capital internacional, se utilizarán de forma demagógica las rentas del gas y el petróleo, generando inflación y sobretodo, creando una nueva "casta" poderosa y protectora, propietaria de los recursos y eso sí, muy indigenista y popular. Por lo tanto, el modelo que se avecina ampliará la brecha entre la clase dirigente y las clases populares. Y las petroleras internacionales tendrán la coartada perfecta para aparecer como víctimas de una situación que probablemente ellas han contribuido a provocar con su falta de responsabilidad. Propongo que Rajoy recoja firmas para promover la nacionalización del sol, ese preciado recurso energético español, descubierto a principios de la década de los sesenta y cuya explotación ha estado abierta a cualquiera que se acercara por el litoral con una cartera repleta de millones. De esta forma, hasta los hombres del tiempo deberían contribuir fiscalmente por mencionar el sol en su trabajo diario.