
Ayer se constituyó formalmente en el Teatro Tívoli de Barcelona la nueva formación política de Ciutadans de Catalunya. Para empezar, un símil posiblemente provocador (y es que voy a hablar de fútbol, ese deporte tan escasamente intelectual y tan sonadamente enaltecedor de sentimientos colectivos): hace algunas temporadas jugaba en el Barça uno de esos jugadores extraordinarios que son capaces de llenar un estadio: Rivaldo. Sin embargo, a pesar de conquistar dos Ligas y protagonizar grandísimas tardes y noches futboleras, nunca superará en el imaginario culé a otros jugadores mucho menos talentosos como Stoickhov. Rivaldo tenía un problema que le hacía vulnerable: era un intelectual del balón, hasta el punto que en determinadas ocasiones carecía de la verticalidad suficiente como para pasar a la historia. Muchos pensábamos que Rivaldo se regateaba a sí mismo. Es decir, generaba un problema para después solucionarlo (sobretodo en las jugadas a contragolpe), provocando así un efecto más bien neutro en la eficacia del juego colectivo. Sinceramente, veo a los Ciutadans de Catalunya en una posición de contragolpe embalado en qué empiezan a retener el balón y regatearse a sí mismos. Seguramente "es lo que tiene" el intelectualismo.
El autoregate
Vaya por delante mi extrema simpatía a cualquier partido u organización cívica que dedica esfuerzos a combatir el nacionalismo y enaltecer la Razón, porque estoy convencido que ambos pretextos no siempre son compatibles y sin duda que el segundo simboliza el progreso. Pero tampoco no nos pasemos de listos y vayamos a confundir la defensa de los intereses de los ciudadanos con el nacionalismo: definir a Convergència i Unió como partido nacionalista me parece razonable, atendiendo a su demografía centroderechista, en ocasiones rural y religiosa, es decir, misticista. Definir a ERC como nacionalista es discutible, dado que deberíamos descomponer al partido en su vertiente soberanista (no nacionalista) y su vertiente solapada al catalanismo "ciuista". Definir al PSC como nacionalista me cuesta más esfuerzos, y hacer lo propio con Iniciativa per Catalunya me causa carcajadas. Y en cambio decir que el Partido Popular no es nacionalista me provoca tal incredulidad como para desacreditar el conjunto del discurso de Ciutadans de Catalunya. El intelectualismo de CdC roza el delirio teatral, propio de una formación liderada entre otros por Albert Boadella (un genio quijotesco). Ciutadans olvida que los ciudadanos, efectivamente individuos con problemas individualizables, residen en territorios, se agrupan, se entremezclan, consumen servicios y usan infrastructuras en partes del territorio, y como tales, en un sistema democrático, eligen a representantes cuyo deber es defender los intereses de dichos ciudadanos. Por lo tanto, desconectar a los ciudadanos del interés colectivo, de la defensa del territorio, es tramposo y demagógico. Decir que los impuestos los pagan los ciudadanos y no los territorios es como decir que los "gastos de comunidad" los pagan los vecinos y no la comunidad. Porque es obvio que los paga el individuo, tan obvio como que los servicios (antena parabólica colectiva, pintura de la escalera, reparación de ascensores) son prestados en un territorio conjunto (mi comunidad de vecinos), y por lo tanto, la representación de un colectivo es la fórmula más eficiente, ya que cada vecino/ciudadano carecería de fuerza para la representación individual de sus intereses. Ahora bien, si un ciudadano tiene el poder suficiente y la conexión adecuada, posiblemente sea autosuficiente en su representación ante cualquier órgano de gobierno. Igual sea esa la fórmula de los intelectuales. Libertad e igualdad sólo para los que ya han nacido con esa libertad y esa igualdad, pero no para los que carecen de medios para ejercerla. Finalmente, el autoregate culmina con su definición de soberanía (que reside en el conjunto de ciudadanos de España y no en cada comunidad autónoma) y la defensa a ultranza de la actual Constitución. Ahí es cuando se les vé el plumero. Desechan un nacionalismo (una gripe que confunden con larga enfermedad) para abrazar otro nacionalismo, igualmente respetable que el primero porque ambos son democráticos. Señores ciutadans, suerte con su proyecto político, Catalunya y España ganarán prestigio con ustedes al reforzar su pluralidad. Sólo les pido un esfuerzo para que encaren los "problemas reales" de la ciudadanía y no se autoregateen con discursos teatrales. Para eso están los otros escenarios, en los que alguno de ustedes son auténticos genios a quienes seguiré admirando. A los Ciutadans les gusta utilizar y defender la Razón, pero tampoco demasiado, es decir, la defienden hasta que esa misma Razón supera sus ideas, sus mitos intocables (España). A partir de ahí, cuando alguien utiliza la Razón para defender algo que no les gusta, entonces resulta que estamos enfermos. Demagogia y ganas de poder, como siempre.
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